Toda historia tiene un final.
Bueno, y un principio. Pero el capítulo titulado "todo tiene un principio" ya lo he contado a quién tenía que contárselo. Igual ha hecho una bola y ha tirado a encestar en una papelera. Digamos que tiene puntería a la hora de reciclar algo... o a alguien.
Fue una historia corta y una herida larga. Larga como el vaso en el que quiero ahogar el recuerdo, eterna como la noche en la que no volví a escuchar tus buenos días. El gallo que no canta, y yo, que me enredo entre las sábanas, revueltas de dar vueltas durante ese sueño que no llega, porque no he conseguido pegar ojo desde el jarro de agua fría que me despertó la última vez. Te lo dicen mis ojeras, dibujadas de pasar hambre de ti.
En lo que podemos estar de acuerdo es que toda historia tiene un desenlace, un final, un error... y un adiós. Adiós. Adiós. Adiós. Como si eternizar la despedida alargase la historia. Adiós. Adiós. Adiós.
Pero sigues siendo tú. Adiós. Adiós. Adiós. La que ha querido irse sin decir adiós. Adiós. Adiós.
Y el desenlace se adelantó. Llegó siglos antes de lo que yo esperaba, cuando solo habían pasado unos segundos desde tu decisión de quedarte. Segundos, minutos, días o semanas. No lo sé. El tiempo se detuvo para mi, pero en tu reloj pasaban las horas que prendían fuego a tus palabras. Saliste corriendo, como de un incendio. Y yo me quedé, sentado, esperando a que el humo de tus llamas me adormilasen para poder volver atrás, adelante o hacía donde fuese que me llevase el subconsciente. Pero me quemo. Me quemo en este infierno llamado realidad. Las horas no conducen a ninguna parte, porque mañana no estás y pasado tampoco. ¿Y de qué sirve el tiempo cuando no quieres llegar a ninguna parte? ¿De qué sirven los días en el calendario cuando la noche es eterna?
Ahora serás recuerdo, hasta que consiga olvidarte. Hasta que olvide las caras largas que convertí en ojos que sonreían y brillaban. Hasta que olvide tu indecisión, Hasta que me quede sordo de escuchar tus canciones y ciego de no ver tus fotos; se quemaron en el incendio. Ciego y sordo, inútil y triste. Triste y apático. Apático... y abatido. De no poder recordar tu olor pero recordar que colonia no comprar nunca más. De sentarme solo, imaginando la sombra de lo que parecía que eras y no llegaste a ser. Y paso a ser uno mas. Uno que ha pasado. En una estantería, apenas sin usar, como una película sin abrir de la que solo has visto el trailer. Como esa canción que no llegaste a escuchar y que te habría gustado. Como lo que no llegaste a ver... porque te habrías quedado.
No somos nada mas que conocidos importantes, con la duda de si bajar la mirada o saludar con la mano en el momento en que una brisa nos junte por casualidad. Y es que te has ido sin irte. Te has quedado sin quedarte. Y me has dejado, sin dejarme. Ya no soy el segundo, ni el tercero, ni el último ni el primero. Ni nada, ni nadie. Ni pronto, ni tarde. No soy. No estoy. No.
Y quiero que todo se desvanezca. Desaparecer o reinventarte. Como si nada hubiese ocurrido. Como si los errores fuesen virtudes y las lágrimas efímeras. Como si tu suave piel no dejase de sentir la mía. Para ver como llega el sol en tu ventana y la calma a tu habitación. Para verlo desde fuera, y solo sentir que todo marcha bien. Solo sentir que no he estado ahí para molestar, respondiendo a una llamada que no he recibido, contestando que SÍ a una pregunta que no me han hecho. Viviendo por ti, para ti... sin ti. Pero todo irá bien. En la distancia que te separa y te acerca. Yo me quedo, junto a todo lo que no aprendiste a apreciar de este lugar. Porque lo que importa no son las calles ni las aceras. No es la lluvia ni el frío. Lo que importaba era que tenías con quien refugiarte de todo eso.
Y quiero que todo se desvanezca. Desaparecer o reinventarte. Como si nada hubiese ocurrido. Como si los errores fuesen virtudes y las lágrimas efímeras. Como si tu suave piel no dejase de sentir la mía. Para ver como llega el sol en tu ventana y la calma a tu habitación. Para verlo desde fuera, y solo sentir que todo marcha bien. Solo sentir que no he estado ahí para molestar, respondiendo a una llamada que no he recibido, contestando que SÍ a una pregunta que no me han hecho. Viviendo por ti, para ti... sin ti. Pero todo irá bien. En la distancia que te separa y te acerca. Yo me quedo, junto a todo lo que no aprendiste a apreciar de este lugar. Porque lo que importa no son las calles ni las aceras. No es la lluvia ni el frío. Lo que importaba era que tenías con quien refugiarte de todo eso.
Como en una película de ciencia ficción, "me llevaste por delante", aunque esta vez no te saque a bailar. No pasaste de mi portal, ni yo del umbral de la importancia. Dejamos una cama vacía de historias que contar. Dejaste un cuerpo vacío y te llevaste mis ganas de volverlo a intentar.
-Alex Guti, De vuelta para ser el mismo que deja pasar la vida en un intento de sobrevivir.

Sin palabras.
ResponderEliminarEso es bueno o malo?
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